sábado, 11 de junio de 2011

Una misión imposible

Llega la hora de la verdad. Noventa minutos por delante para seguir con vida o para cerrar un brillante año donde nuevamente el sueño del ascenso voló por la ciudad después de mucho tiempo de espera. El Elche se tiene que encomendar a su afición y una esperada mejoría en su juego, para hacer posible una remontada que está al alcance de la mano de los jugadores de José Bordalás.
'¡Sí, podemos!'. Ese debe ser el grito de guerra desde la grada hasta el último rincón del vestuario. Que nadie olvide que a pesar de que el Elche no fue el esperado en Valladolid, tan solo perdió por la mínima. Y ese dato tan objetivo, debe invitar al optimismo moderado de que la eliminatoria se puede superar, siendo conscientes de que delante hay un gran rival.
Después de la autocrítica en el viaje de vuelta, estoy convencido de que se verá otro Elche sobre el terreno de juego. Y seguro que no será el mismo Valladolid del otro día. Habrá que saber jugar con cabeza, pero con pasión e ilusión. El primer gol lo debe marcar la grada, y el segundo debe ser cosa de los protagonistas sobre el campo, a los que se espera estén a la altura de las circunstancias.
Hay mucho que ganar en los próximos 90 minutos, y todo el mundo debe ser consciente de que, ahora o nunca, hay que estar con el Elche. Si en Valladolid se dieron cita más de 20.000 espectadores, la afición del Elche no debe ser menos y lo tiene que demostrar. Y esa pasión se debe contagiar desde el primer minuto de juego para que los jugadores sientan que de verdad hay una afición, una ciudad volcada en esta misión.
Bordalás seguro que sabrá estimular a los suyos para que se quiten esa responsabilidad extra que atenazó al equipo en Valladolid. Ya no hay que mirar atrás sino pensar que la batalla definitiva está por ganar. Y ese debe ser el objetivo de un equipo que mañana debe sudar hasta la última gota, sea cual sea el resultado final. Que de verdad se vea al auténtico Elche y así se tendrá mucho ganado. No el que se presentó en Valladolid, donde no vivió, precisamente, su mejor día.

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