El rigor táctico y dos goles antes del descanso otorgan al equipo ilicitano el derbi en Alicante
El Elche llenó el depósito en el derbi y se introduce en el vagón de cabeza tras hacer descarrilar al Hércules en el Rico Pérez. El conjunto blanquiazul, que sigue ocupando el liderato, tardó una hora en enterarse de que estaba jugando un clásico y de eso tuvo culpa su rival, un bloque con coordenadas definidas, afinado para hacer sonar bien todos los instrumentos de la orquesta, bien dotado para repetir un estribillo de eficiente rima.
El Elche tuvo siempre las ideas claras. Puso énfasis y sacrificio en el centro del campo, donde ganó la partida claramente durante el primer acto. El Hércules, en cambio, caminó con luces cortas, no le dio salida oportuna al balón y comenzó a ahogarse en su parcela sin descubrir gatera por la que enviar el juego hacia arriba durante los primeros sesenta minutos. De la extraña atrofia del líder tuvo mucha culpa su rival, un conjunto moldeado para moder en parcela ajena, actitud que aleja peligros y sustos y adelanta la línea divisoria con el enemigo.
El triunfo ilicitano se cimentó en la primera parte. Dos acciones a balón parado golpearon al Hércules, demasiado dubitativo e infinitamente más frágil que en jornadas precedentes a la hora de defender. El primer tanto apareció con un penalti de leve contacto. Abel Aguilar metió la pierna en la disputa de un balón con Mantecón en el vértice del área, que fue interpretado como jugada punible por el colegiado, ubicado junto a la acción. La pena máxima fue ejecutada por Edu Albacar de forma impecable engañando a Falcón (0-1, m.18).
El segundo gol apareció tras un saque de esquina que Etxeita ganó de cabeza tras adelantarse a Abel Aguilar en el salto. El bilbaíno dejó el cuero cerca de la línea de meta donde apareció la punta de la bota de Nicki Bille para pincharlo levemente hacia arriba y alojarlo en la jaula burlando la estirada de Falcón, que quiso tapar el agujero a ras de suelo. (0-2, m.31)
Al Elche le bastaba con articular el juego con tacto, disciplina y sabiduría. No fue un equipo excelso, pero sí se mantuvo mejor colocado que su rival, más fresco y con la estructura más definida.
Antes de ver distanciado al Elche con dos dianas, el Hércules sólo llegó a inquietar con un disparo de Callejón que encontró la respuesta de Juan Carlos junto al palo. Y tras ello, entre tanta espesura, únicamente el colombiano Abel Aguilar acertó a animar a la parroquia herculana con un cabezazo tras un saque de esquina que provocó el lucimiento del guardameta franjiverde. La jugada, ensayada con remate al primer palo, encontró una réplica genial del portero franjiverde.
Sin gravedad en el eje, el conjunto de Juan Carlos Mandiá nunca pudo superar el manto tejido por el Elche en la medular. Ni Abel ni Rivas ni Tiago Gomes encontraron la fórmula para sortear a Mantecón y Acciari, que encontraron en la voluntariosa línea atacante ilicitana a Xumetra y Ángel ejerciendo como primer escudo para evitar heridas.
Aganzo y Míchel
El cuadro cambió para el Hércules a partir de la entrada de Míchel y Aganzo al combate en el minuto 55. La indefinición ofensiva mostrada hasta ese instante dio paso a otro escenario en el que el empuje encontró otros cauces. Míchel se convirtió en el agitador necesario para un equipo sin artesanía. Con el valenciano sobre el césped, el Hércules dio un paso adelante, pero enfrente siguió teniendo a un rival serio y armado gracias al oficio de Acciari, al sacrificio de Mantecón y, sobre todo, a la omnipresente sombra de Pellegrín, un central de mucho fuste.
La presencia de Aganzo, no obstante, aportó peligro arriba. El madrileño tuvo el gol cerca, pero encontró la acertada mano de Juan Carlos para evitar el 1-2. Algo similar ocurrió con un disparo de Abel Aguilar que salió cerca de la cruceta. El gol, sin embargo, llegaría con un potente chut desde fuera del área golpeado por la diestra de Míchel, a donde llegó el balón rechazado por Acciari. (1-2, m.70). El tanto animó a los locales, pero enfrente toparon con la diligencia suficiente de un Elche que tiene grabado a fuego el papel que debe interpretar. Con todo, de nuevo Aganzo, en posición más que dudosa, pero habilitado por decisión arbitral, pudo equilibrar la balanza con una vaselina que echó en falta tener a Juan Carlos medio metro más adelantado.
Mandiá apostó en los últimos diez minutos por poner más pólvora atacante con la entrada de Sanchón por el central Mora y el ex granadino tuvo en sus botas el empate tras verse con la pelota ante el portero por un desafortunado despeje defensivo. Sin embargo, ahí entró de nuevo la destreza de Pelegrín para rebanar el esférico un instante antes de que el futbolista herculano acertara a golpear con la bota.
Como antídoto, sin embargo, Bordalás, que había contestado al apuesta ofensiva de Mandiá en la segunda parte reforzando el centro del campo con Luque, no varió el perfil de su equipo, que siguió con la misma fórmula para alejar el fuego de la zona defendida por Juan Carlos.
Prueba de ello fue la persistente presión que el Elche siguió ejerciendo en los minutos finales, con la camiseta empapada por el esfuerzo, acariciando los tres puntos que le otorgaba ese trabajado 1-2 que reflejaba el recién estrenado marcador electrónico en una esquina del fondo sur.
Sobre ese escenario al Hércules se le acabaron las respuestas. Poco a poco volvió a tornarse tibio frente a un oponente que ya había aliñado el encuentro a su coveniencia. La escuadra blanquiazul no tuvo la contundencia ni la firmeza defensiva de otras jornadas. Y el encuentro se decantó del lado de quien interpretó el guión con más precisión y durante más tiempo.
El triunfo catapulta al Elche hacia arriba. Los ilicitanos comparten la segunda posición con el Valladolid y, lo que es más importante, añaden más autoestima.
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