Que la alegría va por barrios y que en Alicante se esté exagerando la fiesta del Elche en el Rico Pérez, es lo más normal del mundo. Que si hubiesen ascendido, que si fuera la final del Mundial que si tal y cual. Algo lógico. Cuando uno suele perder, las excusan son cien mil, desde eso hasta que el árbitro pudo compensar al Elche con el penalti, sí, penalti a Mantecón. O que si los fueras de juego o....
Cierto es que pudo ser exagerado la celebración con el pitido final de los jugadores, pero en el vestuario del Elche había una fiesta pendiente para su afición, después de la decepción que supuso no ascender a Primera, con un Martínez Valero hasta la bandera. Muchos jugadores todavía guardan en sus retinas las imágenes de la llegada del autocar ese día al estadio y luego de las lágrimas que derramaron al no lograr ese objetivo. Era la fiesta pendiente, al menos, el premio menor que los jugadores querían devolver a los más de dos mil aficionados que se dieron cita en el partido.
Esa explosión de alegría estaba más que justificada. Por esa cuenta pendiente y para acallar las afiladas gargantas de más de uno, que intentó 'calentar' el derbi y salió más que escocido, quizás se dio rienda suelta a la felicidad y casi sin control. Y por ahí, creo que el Elche no lo hizo para ofender al eterno rival, sino para consolarse por esa decepción que muchos aún tienen presente.
El Elche, fiel a su estilo, mostrando una gran imagen en la primera parte, se hizo acreedor de un derbi, sabiendo desactivar a un líder que solo espabiló en la segunda parte y por momentos. Estaba claro que ganar un derbi, no iba a ser un camino de rosas, pero en el global los franjiverde se lo merecieron.
Orden, claridad de ideas, presión, entrega, calidad y juego colectivo fueron las mejores armas, con la definición lógica para romper el duelo en la primera mitad.
Bordalás pedía que se viera la mejor versión. Y en líneas generales, así fue. Uno por uno estuvieron a la altura de un partido grande que fue de guante blanco, a excepción de la roja merecida a Beranger en el tramo final. Fue el único lunar, tanto dentro como fuera en la grada, donde por fin no se dieron ningún tipo de incidentes. Y así debe ser en la gran fiesta del fútbol de la provincia.
Y en este momento dulce, casi histórico por estar en zona casi de ascenso directo, -un gol le separa del Valladolid-, los franjiverde no deben volverse locos ni sufrir una borrachera de éxito. La celebración ya pasó y ahora hay que pensar en lo que viene por delante.
Barcelona B, Sabadell y Alcorcón aguardarn antes de llegar a las vacaciones. Y la meta, no debe ser otra que tratar de sumar los máximos puntos posibles.
Se está en el buen camino y seguro que José Bordalás hará un ejercicio de realismo junto al resto de los jugadores, para seguir en la misma dinámica. Habrá que asumir el nuevo rol de candidato al ascenso, pero no debe pesar como una losa. Ese es el reto.
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